mayo 01, 2014

La Entrega

 
Habían paseado por aquella orilla miles de veces,
ella a solas consigo misma, con todo lo que guardaba en cada rincón de su vida,
él, a solas con todo lo que no sabía soltar,
fue un día como cualquier otro,
(para esos que no saben de matices),
pero para ellos dos aunque siempre pasaban por el mismo sitio, bajo el mismo cielo, casi pisando los mismos pasos del día anterior,
siempre encontraban un tono, un olor, una vibración diferente,
un nuevo día, para un nuevo amanecer,
habían aprendido en solitario,
no podían impedir que su pena interna, su tristeza y su dolor cambiara,
así que buscaban lo especial, lo diferente, en lo que para otros es lo cotidiano de la vida.
Apenas el primer rayo de sol emergía en el cielo,
era como si un hilo conductor
hiciera que en aquella orilla se encontraran frente a frente,
se miraron,
no saben durante cuanto tiempo,
y sin terciar palabra,
decidieron sentarse uno frente al otro,
ella sabía que él había reconocido su fragilidad,
y pese a que siempre se sentía tan vulnerable que pensaba que cualquier suspiro podía hasta romperla,
supo en la mirada de los ojos de aquel hombre,
que él, había visto lo profundo de su fragilidad, hasta dónde con tan poco podía quebrarse,
y ella allí mismo le entrego el corazón,
él sintió  una cosa tan sublime, fuerte y plena
 en su pecho que supo que ella le había dado su corazón,
por que un segundo antes, él se había quedado sin él,
 mientras se sentaban en silencio,´
él ya se lo había dado entero, con cada latido.
**La Guardiana Del Oráculo**
 
 
 
 


2 comentarios:

Alejandra dijo...

Lindo! creo que todos soñamos vivir algo así...

M. J. Verdú dijo...

Preciosa ofrenda. Sin duda, un relato maravilloso