noviembre 23, 2018

Ricadad, la Maestra del Amor En Plojur,

enclavado en la cordillera sagrada de los Dones Divinos, existe un pequeño valle, llamado de los cien fuegos, donde moraba una Maestra espiritual extraordinaria, de grandes poderes divinos y de una edad indescifrable, era Ricadad, vivía acompañada de dos gemelos que desde pequeños adoptó. Había sido una hermosa mujer, hija de un sabio gobernador de una de las provincias de la mimada Plojur. Un día, tuvo la osadía de desobedecer a su padre, ya que ella estaba empeñada en nadar en el Lago de los Difuntos, lugar poblado de fieras, ella le insistía y justificaba su atrevida idea, diciendo que era muy fuerte y que esas bestias no le dañarían, sin embargo, su padre le negó su permiso. Entonces, desobedeciéndole, se lanzó a cruzar el Lago de los Difuntos, hermoso en apariencia, cautivante, pero desastroso y mortal. La suerte de la otrora bella Ricadad es bien sabida en Plojur, su cuerpo fue despedazado por las bestias, quedó sin brazos y sin piernas, con el rostro desfigurado y el cuerpo totalmente deformado. Grandes esfuerzos hizo su padre para que Ricadad cambiara su cuerpo, pero ella decidió permanecer con ese horrible aspecto como un ejemplo para los jóvenes de Plojur. Era tan macabra la apariencia de la joven, que en vez de causar obediencia o de dar un ejemplo sobre la desobediencia, provocaba el rechazo de todos. Ricadad fue nuevamente instada por su padre para que dejara aquel cuerpo, ella entonces decidió que se haría la mujer más pura, sabia y perfecta para demostrar que la belleza física no tiene que corresponderse, necesariamente, con la belleza del alma. Fue entonces cuando comenzó a estudiar a los pies de los más prominentes maestros espirituales de la mimada Plojur. Se convirtió en la más sobresaliente discípula. En su afán de pureza desarrolló infinitos poderes místicos, convirtiéndose en una luminosa Maestra del misterio. No obstante, su cuerpo ahuyentaba a los posibles discípulos, por lo que decidió alejarse del bullicio de la ciudad y adentrarse en un sitio casi inaccesible, el Valle de los cien fuegos, enclavado en la cordillera de los Dones Divinos, llamada así desde su llegada a aquellos mágicos lugares, en donde existe un tiempo irregular, pasa del frío al calor con tremenda rapidez, de la tempestad a la calma, donde miles de peligros acechan al osado viajero que está dispuesto a vencer los obstáculos, a fin de beber en ese manantial de aguas sabias de la Maestra Ricadad. Dicen, quienes han tratado a esta sin par maestra, que aunque su aspecto es horrible, toda persona llena de una intención pura, puede apreciar en esos dos hermosos ojos verdes, un amor excelso, podrá distinguir la virtud extrema y descubrir un corazón que irradia el más inefable y compasivo Amor. En la primera montaña de la cordillera de los Dones Divinos hay una inscripción que reza: "Si crees que vale la pena morir por tener el conocimiento supremo, entonces ven a mí, si no, regresa sobre tus pasos, pues tres leguas más será demasiado tarde". Rolva era un buscador de la verdad que antes de encarnar en el mundo de los humanos pidió a su gran Maestro Treisen muchos consejos y el gran sabio le obsequió con gran sabiduría, pero Rolva le pidió que le diera la sublime esencia del Amor. Ante tal solicitud, el Maestro le respondió que en Plojur, sólo el Amor de los Amores que moraba en los ojos y en el corazón de la Maestra Ricadad podía darle tan tremendo tesoro. Dicen que un aspirante sincero es capaz de todo y así, armado de todo su valor y arriesgándo todo, aquel aspirante decidió desafiar los peligros de la cordillera de los Dones Divinos y se lanzó rumbo a la morada de la Maestra que tenía la esencia del amor. Muchos peligros enfrentó Rolva, uno de ellos ocurrió al llegar a un cruce de caminos, le salieron al paso siete tigres que le rodearon y se quedaron a una distancia de tres pasos de su tembloroso cuerpo. Las fieras eran conducidas por un niño, quien le dijo: "Si no dices o haces lo correcto, serás devorado, los tigres se encuentran a tres pasos de ti, por lo que tendrás tres oportunidades para hacer lo correcto, si no, serás la comida de mis feroces tigres". Sabedor de que el miedo obnubila las mentes, trató de calmarse y dijo: "vengo en paz a
vosotros en busca de amor", al instante, los tigres avanzaron amenazadoramente un paso y siete gruñidos terribles mostraron a Rolva la proximidad de la muerte. Por segunda vez dijo: "todo es una ilusión, aún este momento", con mayor ferocidad los siete avanzaron otro paso más, fue cuando el niño le advirtió: "Sólo tienes una oportunidad, si no haces lo adecuado, morirás". Lleno de arrojo, con la fuerza de todo su ser, Rolva miró fijamente los ojos de aquellos siete ejemplares y ocurrió lo inesperado, cerró sus ojos, fijó su mente en el corazón, aquietó su mente, les irradió Amor y al instante las siete fieras se tornaron en pequeños corderos y sólo querían que Rolva les acariciase. Al llegar a la morada de la maestra Ricadad, la encontró sentada sobre una gran piedra, su aspecto le pareció desagradable, horrible y sin que pudiera pensar nada más, una voz fuerte y extraña le dijo: "¿quién es más horrible tú o yo?" Aquella pregunta sorprendió al bueno de Rolva, quien había olvidado los grandes poderes de la Ricadad, por lo que rápidamente dijo: "yo, amada Maestra"; y aquella voz extraña con un tono que asustaba al más impávido le dijo: "mentiroso, largo de aquí". Ciertamente, casi echaba todo a perder, había respondido para salir de la situación y ella notaba que no había sinceridad en sus palabras, nuevamente subestimaba el poder de aquel gran Ser. Ricadad lo observaba fijamente, como una luz le llegaron las palabras del maestro Treisen a su mente: "La Maestra Ricadad escudriña los corazones, ante ella sé sincero, háblale con el corazón, sea lo que sea, sé sincero y no le mientas, no intentes engañarle o decirle verdades a medias, con otros podrías hacerlo, con ella, jamás". Entonces Rolva le dijo:
-Confieso que me habían hablado de lo horrible de tu cuerpo y debo decirte que nunca pensé que sería de esa forma, pero aunque me haya impresionado tu cuerpo, yo no he venido a contemplarlo, vengo en busca de lo que tienen tus ojos y lo que anida tu corazón. - Veo que eres un fiel discípulo del Maestro Treisen. ¿Cómo se encuentra él? -Está en lo de siempre, digna Maestra, enseñando. -Has pensado bien en la loca idea de ir al mundo de los humanos solo... oh ya veo que te han puesto condiciones, muy bien hecho por el Maestro, así no irás a perder oportunidades. -¿Conoces mi Maestro? -Sí, le conozco, hace tiempo me dijo que me enviaría a su hijo, no estás aquí porque quieres. sino porque Él quiere, debes saber que Él tiene más poder sobre ti del que realmente crees. Asi que anhelas tener la esencia del amor. -Si, a cambio te prometo que volveré a estudiar a tus pies, y luego de ello divulgaré tus enseñanzas en todo Plojur, pues debes saber que muchos conocen tu cuerpo, aunque pocos tus ojos y tu corazón. - No, no acepto ese trato, pero quisiera proponerte otro, si quieres. -Estoy dispuesto a lo que sea para conquistar tu Amor. -Te daré sin condiciones la esencia del amor, con la cual podrás conquistar el corazón de todo aquel por el que sientas verdadera compasión, es decir, la esencia que te daré sólo entrará en acción con alguien que realmente ames, sea un amor de dos o un amor de Dios. -Pero yo quiero darte algo a cambio, pagar tu gran favor. -Si me das algo a cambio no sería la Esencia del Amor, estaría contaminada, recíbela de forma desinteresada, inegoísta, así es el Amor.
-Acepto, estoy dispuesto a recibir la Esencia del Amor tal cual tu la prescribas. -Bien, querido Rolva. -No te dije mi nombre. -Y para qué tendrías que decírmelo, cierra tus ojos, depositaré en tu corazón la divina esencia del amor. Rolva solo sintió un cosquilleo que le produjo gran gozo, ignoraba aquel aspirante los resultados y experiencias que le aguardaban por tener aquella divina esencia en su corazón. -Puedes irte, querido Rolva. - Quisiero estar más tiempo contigo, quiero que conversemos tantas cosas, no quiero irme tan pronto. -Desde hoy, querido Rolva te hablaré todos los días y estaré contigo siempre. -¿Y tus enseñanzas, cuándo me las darás? ¿Acaso has escrito algún libro? -Mis enseñanzas ya las tienes, están muy bien guardadas y en su momento comenzarán a expresarse en el mundo de los humanos. Querido Rolva, que Dios te bendiga y recuerda que doquiera estés, mis ojos te verán y mi corazón te sentirá. - Desde hoy, gran Maestra, jamás podría olvidar esos ojos de Amor y ese corazón incomparable, mírame bien Maestra, escudriña mi corazón porque voy a decirte algo y quiero que sepas que es sincero: te amo. -Gracias, hijo mío, tú sabes que yo te amo también. -Sí, lo sé, Adiós.

Del libro: Dios si juega de Jaime Antonio Marizán

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